Me gustaba ver el cielo durante la noche
contemplar deslumbrada las estrellas
ir brincado por cada una de ellas
intentando saber cual era que osa
cual incandescente era Marte
mientras la luna vigilante, supervisora de la noche
dueña de locos, enamorados y soñadores.
En algún momento comencé a gustar atardeceres
No sé cómo, siendo tan ausentes en la ciudad
ausentes en la persiana de la oficina, en las paredes de la rutina
no siendo obstáculo para llegar a conocer sus matices
para verlos pasearse entre el amarillo y el naranja
en el rastro que deja el sol al atardecer.
Un día aprendí a disfrutar amaneceres
acompañando al sol en su cotidianidad
en su discreto aparecer tras las montañas
contemplar su disimulada imponencia
su mostrarse poco a poco hasta hacerse presente
terminando en deslumbrar el día.
Ahora aprendo a mirar el cielo durante el día
aislar un elemento multiplicado en miles de blancas formas
un montaje sostenido en el aire
sobrepuesto en el fondo azul
y me pierdo en el vacio lleno de nubes
duermo en su suavidad, hundida y perdida
soñar, solo soñar.
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