¿Has estado en la cima de una montaña?, por encima de las nubes, algunas veces entre ellas y otras contemplando la ciudad, como si fuese lejana a ti, ajena a ti, a los pies de la montaña, cubierta por las huellas de cada nube, que visita el valle que es esta ciudad y al mirar al sur ves deslizarse una alfombra de gotas, gotas y gotas armando esta hermosa y refrescante maravilla de la creación de Dios, que es la lluvia.
Así se ve la ciudad desde lejos, desde lo alto, así se ven las nubes, así se ve llover sobre ella, pero un día cuando no eres ajeno a la ciudad, cuando eres uno más de los que habitan este valle y las gotas golpean los techos, las observas caer desde tu ventana mientras mojan sus cristales y se deslizan sobre las hojas, mientras limpian el cielo, sacian la montaña, tocan melodías a nuestros sentidos, regalan el calor de un abrazo, de una taza de café, versos a los poetas, tranquilidad al día……
Cuando sales a la calle, cuando regresas a tu día a día, después de la lluvia, ves a un lado y el espectáculo no puede escapar a tus ojos, la montaña pareciera otra, llena de nuevos colores, como retocada por un pintor, con colores cuidadosamente escogidos y colocados con un delicado pincel, personas caminan cerca mientras contemplas la obra de arte, los carros pasan, casi te mojan, el semáforo cambia y al cruzar la calle vas observando más detalles, quisieras detenerte, quedarte horas contemplando el resultado de la naturaleza, el trabajo del artista, pero el día corre, la vida también, nada se detiene, mucho menos el tiempo, pero es gracias a estos regalos de Dios que no nos detenemos, que podemos seguir.
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