jueves, 19 de diciembre de 2019

Espejismo crónico

El 19 de Diciembre de 1997, María José Villalba sufrió de un ataque crónico de espejismo. Ese día al despertar, sorprendida observo como la desteñida pared en frente de su cama, había sido sustituida por un enorme ventanal de extremo a extremo. Incapaz de levantarse de la cama por la sorpresa, observo por minutos, al menos una hora, el desconocido paisaje con el que había despertado. Durante ese momento, trato de asimilar la enorme montaña a un lado del ventanal, con el mar de fondo al otro extremo. Aún sin salir de la sorpresa, ni de la cama, continúo observando, ahora dentro de la habitación.  

María José, se había empeñado en tener al lado izquierdo de la cama una antigua mesa de noche que perteneció a su abuela, suspiro de tranquilidad, al ver que aún estaba allí, envejecida, roída y sobre ella su libro favorito, siempre a mano. Observa un pequeño jarrón, adentro una rosa naranja y otra amarilla. Extrañada, su vista se topa ahora con una fotografía de ella, en un hermoso lugar que no recuerda haber visitado, se nota feliz de estar allí. Al ver la foto cree haber perdido la cordura completamente y se siente perdida en un mundo irreal.

Respira profundamente varias veces, intenta por un momento no pensar en lo que está ocurriendo, en un intento por recuperar la calma y ahuyentar lo que pareciera ser un ataque de ansiedad, producto de su incomprensión. Después de un rato, ha decido creer que todo es tan real como lo ven sus ojos. Sentada en la cama, quiere disfrutar del aroma de las hermosas rosas que la acompañan esa mañana y al inclinarse e intentar inhalar su fragancia, estas desaparecen como absorbidas por su respiración.

Confusa, se dirige al ventanal. Una hermosa playa acompaña su pequeña casa, aunque pareciera ya no ser tan pequeña, repara entonces en que en realidad se encuentra en una especie de cabaña. Ahora se detiene en cada detalle. Afuera un pequeño y cuidado jardín, algunos árboles muy cerca, que dan sombra y frescor. Ve moverse por el viento una hamaca colgada en ellos. 

Nota ahora una silla mecedora al lado del ventanal e intenta sentarse en ella para contemplar con calma el hermoso paisaje, al hacerlo sigue de largo, siendo atajada por la dureza del piso.  Extrañada y un poco molesta, se levanta del piso, pero al encontrarse nuevamente al frente del ventanal la calma la vuelve a invadir y rápidamente olvida lo ocurrido.

¿Cómo es el aroma del mar? María José, nunca había visto el mar, más que en fotografías. Vivió siempre rodeada del ardor del sol y de la árida tierra del lugar, donde las escasas lluvias se convertían rápidamente en vapor. Nunca comprendió como eran capaces de subsistir en tal lugar. La inercia del ser humano es vivir, pensaba. Observa detenidamente la mezcla de azul y verde con la que juega el agua, viendo reventar las olas en blanca espuma. Extasiada, intenta abrir el ventanal, quiere que la habitación se invada de su olor y su humedad, pero al extender la mano y tocar el cristal, todo en frente a ella desparece, quedando solo la vieja y desteñida pared. 

Desquiciada golpea desesperadamente la pared, victima de la impotencia, hasta caer al piso débil y adolorida, llorando y lamentando. Poco a poco su cuerpo se va sintiendo más débil, las lágrimas se van agotando, los alaridos se van convirtiendo en suaves sollozos como los de un bebe. Se va sintiendo menos ella, más el polvo y aire seco. Como un último espejismo, se va desvaneciendo, perdida entre las cuatro desteñidas y viejas paredes. 

martes, 18 de junio de 2019

La rebelión de las nubes


Esa madrugada, cuando apenas despertaban, la lluvia suavemente comenzó a caer, transformándose rápidamente en un fuerte temporal, que tras unos treinta minutos comenzó a menguar; entonces, las nubes furiosas en un acto rebelde decidieron invadir las partes bajas de las montañas, tan prohibidas diariamente en su existir.  Entre la espesa neblina todos corrían, desorientados chocaban entre sí, caían al río y apresuradamente eran rescatados por las piedras. Otros eran detenidos y calmados por los árboles, al estos ver su desespero. Algunos, eran salvados por un colchón de hojas, tras resbalar y ser tragados por un tobogán de agua y tierra. Los más fatalistas, dieron todo por perdido, rendidos intentaron ahogar su esperanza con las gotas de agua que caían de los árboles y la poca lluvia que aún se lograba colar, pero resulto un cometido difícil de lograr.  Mientras, ellos continuaban abrazados fuertemente y en medio del caos aguardaron a ser salvados por el sol.

martes, 8 de enero de 2019

Pablo

Pablo hace la señal de costumbre dando las gracias a su Dios por la primera limosna del día, mientras camina hacia su hija que lo espera apoyada en el semáforo, sujetando un envase con agua en sus manos. Él muchas veces dijo que antes de pedir dinero en la calle, haría cualquier cosa, menos robar.

No hay justificación para que las personas pidan dinero en la calle, en el subterraneo, en los Restaurantes, para que asedien a otros en su desdicha o dicha por unas pocas monedas. No es posible que se aprovechen de las minusvalías propias o de las ajenas con tal propósito. Cómo pueden ser tan bajos en arrastrar a sus propios hijos en su miseria. Esos y otros tantos pensamientos le venían a Pablo cada vez que observaba a alguien pidiendo dinero, más aún si se acercaban a él a pedirle. Eran sus momentos de Juez absoluto, donde pensaba no existía justificación alguna, más que la mediocridad humana. Algunas veces esos pensamientos se acompañaban de tristeza, al ver la condición de la persona, en otros momentos el choque de sentimientos era tal, que lograban deprimirlo por unos minutos, pero no más, si ya no vez algo, simplemente tratas de no pensar en ello, creyendo que así el sentimiento huira más rápido, aunque por un instante hayas sentido rabia, impotencia y dolor. 

Tal vez los casos en que más se sentía sin escape era cuando viajaba en el subterraneo, a dónde podía caminar para no presenciar el “espectáculo”. De tantas, alguna vez prestaba atención a lo que decía quien pedía dinero en el vagón y entonces con disimulo le observaba, buscando la concordancia de sus palabras, de ese quiebre de voz a punto de volverse lágrimas, con su apariencia, con su rostro, sus expresiones. En algunos casos llegaba casi a conmoverse, pero su mente rompía el instante diciendo, que buen actor es. Se recuerda unos años atrás, caminando con una amiga por el boulevard. Aquel día una niña lo jalo del brazo para susurrarle rápidamente algo al oído y sin darle tiempo a nada, le dijo a la mujer que él le regalaba una rosa, pero a pesar de la hábil treta de la niña este no accedió a comprar la flor, tras lo cual la niña cambio su rostro angelical por el de alguien de más edad y partió en búsqueda de algún otro incauto. Que buena actriz fue.

Por años Pablo trabajo en el Mercado Municipal como carretillero y completaba el resto de los días de la semana haciendo algún trabajo extra, hasta que no pudo hacer más trabajos forzados por una fractura en su pierna que ahora lo obligaba a caminar cojeando. Después de eso trabajo unos meses atendiendo un puesto de verduras en el Mercado, hasta que encontró trabajo en una Compañía de vigilancia por un bajo sueldo menos falsas deducciones. Ante tal panorama, pensó soportar por un tiempo la situación, hasta que pudiera conseguir otro empleo, a la vez que trataba de ayudarse vendiendo algún producto detallado en su casa, que al menos le permitiera hacer el pasaje para ir a trabajar. En las meriendas de su hija Alba, ya ni pensaba, hace mucho se habían convertido en cosa del pasado. Con un sueldo que daba escasamente para comprar un poco de comida, solo le podía garantizar el desayuno a media mañana y la cena al atardecer, mientras él se conformaba con la cuarta parte de la vianda del almuerzo para el desayuno y el resto para almorzar. A mitad de quincena la situación se tornaba más a gris de tempestad, por más que trataba de rendir la comida esta no le alcanzaba; cómo estiras lo que no hay, cómo das lo que no tienes, cómo asimilas que antes de que te des cuenta de ello no tienes trabajo de nuevo. 

Escucho tantas veces decir “pena da robar”, en tono amenazante mientras iba en el autobús, esas veces en que algún hombre mal encarado se subía a confesarse recién salido de alguna cárcel, pero completamente recuperado y arrepentido, y que al pasar por los asientos nadie dejaba de darle dinero por el temor que infundía. “Pena da robar” son las palabras en las que piensa ahora Pablo mientras ve a su hija comer un trozo de pan, no siente hambre, aunque no ha comido nada, su cerebro parece haber olvidado enviar el mensaje. 

Por un tiempo Pablo barrio el frente de algunos locales comerciales, no era mucho lo que recibía, pero mejor algo que nada. Con el dinero que cobraba trataba de salirle al paso al día con algo para comer y compraba un poco de café y azúcar detallados para preparar café y venderlo en la calle con un termo prestado. Los encargados de los locales, uno a uno, han dejado de pedirle que sigan barriendo, prefieren dejar el frente sin limpiar o presionar a los empleados para que lo hagan. Solo le queda el termo de café prestado, que por sí solo no da para mucho. En la esquina vendiendo café observa a un hombre hurgar la basura, las personas ya no botan nada que pueda servir, qué cosa podría aprovechar, se pregunta. Haría cualquier cosa, menos robar.

Alba llora recostada en el colchón, el hambre no la deja dormir, su Padre llora en silencio, la angustia no lo deja dormir. De nuevo se siente juez absoluto, se culpa por haber llegado a esa situación, no entiende como llego a vivir con su hija en esa miseria, no ve cómo salir de ella.

Son las 5:30 am, Pablo abre la llave del agua para llenar un tobo, hoy al menos agua hay. Levanta a Alba para que se bañe antes de salir, le recuerda usar el trozo de paño para estregar bien su cuerpo, jabón hace mucho que no lo puede comprar. Toma a Alba de la mano y caminan por su calle, el sol comienza a salir, apuran el paso tratando de llegar rápido al subterráneo. Mientras viajan en el vagón, Pablo le hace cosquillas para hacerla reír, para que su rostro no pierda la luz de una sonrisa, para que a sus labios no se le olviden de sonreír.

Alba obediente se queda a un lado del semáforo, la luz cambia a rojo, los carros se detienen y su Padre comienza a caminar cojeando entre ellos y antes que cambie la luz de nuevo regresa, mientras hace la señal de costumbre por la primera limosna del día. 

Antes haría cualquier cosa, menos robar.

jueves, 24 de diciembre de 2015

A punta de madrugada















A punta de madrugada
Se despierta el insomnio
Se duermen los sueños
Es más oscura la noche
Y  más fría la soledad
Duelen los recuerdos
Son mayores los anhelos
Y se avivan las dudas
Acompañadas de sus miedos

A punta de madrugada
El pasado va muriendo
Y todo va desapareciendo.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Sueños


Y esta mañana al despertar
Me encontré de nuevo
Con una multitud de personajes
Metidos todos en mi cabeza
Nuevamente con esa sensación  
De estar buscándote en todas partes.


Algunas veces me pregunto
Cómo caben tantas historias
En unas pocas horas de sueño
Pero mi mayor interrogante es
Por qué no eres tú
Ninguna de esas historias.


He llegado a pensar
Que mis sueños me traicionan
Que se vuelven en mi contra
Con el único objetivo
De que no estés en ellos
Tan solo, porque no estás aquí.





jueves, 21 de agosto de 2014

Leyenda Urbana

Una mañana de camino a la Oficina, escucho una antigua leyenda, que data desde la existencia del subterráneo, de esas que van rodando de boca en boca y de generación en generación. Ese día mientras leía un libro sentada en un vagón del tren, alguien comenzó a narrarla  y ella no pudo evitar escuchar, ni que le llamara la atención. No alcanzo al ver el rostro de quien hablaba, pero bien podía imaginar sus gestos por su forma de hablar.

Esta leyenda cuenta, que cuando comenzó a funcionar el subterráneo y este aún no se había convertido ni en la novedad, ni en la necesidad de la mayoría de los habitantes de la Ciudad, se comenzó a ver en los andenes medios vacios merodear al Amor. Diferentes personas decían haberse cruzado con él en algún andén del subterráneo mientras esperaban el tren,  otros en cambio habían terminado sentados a su lado en el algún vagón.

Con el pasar de los años fue creciendo la población en la Ciudad, así como también fue cambiando el estilo de vida de sus habitantes. Los andenes y trenes del subterráneo ahora vivían explotados de personas, siempre desesperadas y peleando por llegar a algún lugar. Tras este inevitable fenómeno poblacional se volvieron cada vez menos frecuentes los reportes de que alguien se hubiese cruzado con el Amor en alguna estación. Aún así, de tiempo en tiempo, alguna persona contaba haberlo visto caminando por un túnel del subterráneo, pero debido a la velocidad del tren y la escasa luz, tales visiones se volvían poco creíbles para quienes las escuchaban. Fue así como no solo el Amor, sino también su leyenda en el subterráneo, se fue perdiendo en el tiempo.

Ella siguió escuchando atenta el relato, mientras simulaba recorrer las líneas del libro en sus manos y fingía no darse por enterada de la conversación, hasta que en la siguiente estación el sujeto bajo del tren y ella tuvo que resistir el impulso de levantarse e ir tras él. En su asiento intrigada, con el libro sobre sus piernas y la mirada perdida entre las personas, se preguntaba cómo es que no había escuchado antes esa historia, hecho que a vez la hacía poco veras. Ahora, sin mayor referencia, ella se preguntaba si la leyenda era cierta, si realmente alguna vez el Amor se dio a la tarea de vagar por los andenes y vagones del subterráneo, y en tal caso, por qué dejo de hacerlo o a dónde se había ido.

Ese día no pudo transcurrir normal para ella, no lograba sacar de su cabeza la conversación del sujeto en el vagón, la repetía una y otra vez en su mente, hasta el punto en que comenzó a dar rienda suelta a su imaginación. Imaginaba lo que habría sido en los inicios de los años 80 toparse con él caminando por alguna estación y la impresión que esto causaría. Con facilidad comenzó a recrear en su mente los posibles encuentros, en algún vagón o andén.  

A medida que transcurrieron los días y aunado a sus viajes en el subterráneo fue creciendo más su fascinación por esta historia, pero por más que indagaba no era mucho lo que podía saber al respecto, incluso durante varios días probo subir al tren a la misma hora y en el mismo punto en el que coincidió con aquel narrador, que indirectamente le develo la historia, con la esperanza de obtener más información, pero no fue posible repetir la coincidencia.

Desde ese día el uso común del subterráneo se convirtió para ella en casi una obsesión, en la que no paraba de recorrer con su vista cada lugar de las estaciones, mientras caminaba o esperaba que llegara el tren. Las ocasiones parecían pocas ahora para ella, no alcanzaban las oportunidades para visitar estaciones, cambiar de andenes, subir a diferentes trenes y vagones, pero ¿cuán probable era que se topara con el Amor? Algunas veces incluso llego a perder su mirada en algún túnel, mientras esperaba en un extremo del andén, conteniendo el deseo de adentrarse por la caminaría del túnel, prohibida para los usuarios y de uso solo en caso de emergencias o para los obreros en tareas de mantenimiento.

En algún momento  estuvo a punto de darse por vencida y llego a creer que era una tonta por haber creído esa historia que nunca antes había escuchado, pero otros días despertaba convencida de que la leyenda era real e iniciaba de nuevo sus recorridos por el subterráneo.

Así se convirtió en uno de esos personajes característicos del subterráneo y a la larga de la Ciudad, una especie de Penélope del subterráneo, pero especialmente fue así como ella se convirtió en una Leyenda Urbana más.  
  


viernes, 13 de junio de 2014

Alarmista

Llegas con tu presencia
Fingiéndote desapercibida
Y toda de bajo perfil
Paseándote por los pasillos
Deteniéndote en algún estante
Con un aparente interés
En cierta hilera de libros
Tomas uno en tus manos
Y simulas no estar allí
Encerrando la música en tus oídos
Sellándolos con los audífonos
Inexpresiva, crees tú
Casi invisible para ti
Lees detenidamente el prologo
Y luego lo regresas a su lugar
Continúas tu viaje en el anaquel
Ahora con otro libro en tu mano
Pareciera ser el ganador
Lo sujetas en tu brazo con fuerza
Como si se pudiese escapar
Mientras paseas tu mirada
Buscando algo más
Lo consigues y caminas a la caja
Casi con expresión de tristeza
Invadida de la nostalgia
De quien no quiere terminar de viajar
Pagas y abres la puerta a la calle
Golpeando el aire en tu partida
Dejando la estela atrás
De tu presencia alarmista
Con que perturbas cada lugar
Sin siquiera dejar escuchar tu voz.