miércoles, 23 de mayo de 2012

Ana



“Para alguien tan especial, que sea capaz de apreciar y valorar la historia que puede encerrar un lugar, una Ciudad, que aunque perdida entre el progreso, ha logrado guardar en ella la Historia de un País y de conocidos personajes, pero especialmente guardar la historia de mi Madre, de mi Abuela, de mis Hermanos, de mis Amigos, la mía propia.

Soy aficionada a los cuentos infantiles, fue así como termine leyendo esta sencilla historia, sin saber que se desarrollaba en un lugar tan familiar para mí, lo que inevitablemente me introdujo en ella y me obligo a intentar identificar algo conocido o familiar, sensación que no me abandono durante toda la lectura.

Aquí quedo, 18 de Febrero de 2009, con la dedicatoria pendiente por completar.”




Así dicta la dedicatoria escrita en un pequeño libro, quedando intencionalmente un pequeño espacio en blanco, que esperaba entonces ser llenado algún día.

“Para alguien tan especial…”, alguien que no llego, que no existió. Existió, sí, pero en su espacio, en su vida y en la vida de quienes han estado con él; pero él no llego, no existió, porque todo aquello que Ana soñó, ocurrió solo en su mundo interior, habitado por singulares personajes unos, por hermosos seres otros.

Cuando Ana leyó aquel pequeño libro se perdió en sus líneas, y no podía menos que imaginar compartirlo con él.

La única certeza de Ana era que un día lo vería, que cuando estuviesen juntos bastaría con una dedicatoria para hacerle entender que se estaba entregando en pedacitos a él. Desde entonces Ana guardo pedazos de ella para él. Un acolchado atardecer naranja, una mariposa con alas de hada, una luna con aura, unos tenues rayos de sol colados por las hojas, el sonido del bosque, algo del roció nocturno del mar, algunas frases de una canción. Son muchos los pedazos de ella que Ana guardo para él.

Ya han transcurrido tres años desde el “Aquí quedo, 18 de Febrero de 2009…”, el pequeño espacio en blanco lo sigue estando. Ana observa la portada del libro, se ha topado con el mientras colocaba los libros en la biblioteca, no puede creer que se olvidara de el y de la tonta dedicatoria.

La tonta dedicatoria. A reojo Ana recuerda por qué la escribió, junta los dos ejemplares del libro, el de ella y el de él (se piensa más tonta aún), y les asigna un lugar en la biblioteca, pero sus manos no se resisten, sus dedos deslizados por el delgado lomo retiran nuevamente el libro de su lugar y sus ojos tristes leen lo que escribió. Era para él, pero él no llego.

“…con la dedicatoria pendiente por completar.” Después de ese punto, un espacio en blanco dejado de manera intencional. Ahora los dedos de Ana leen el espacio en blanco, lo acarician y lloran el vacio fabricado por su corazón.

Hay mil pedazos de Ana aún guardados para él, almacenados en sus ojos, en sus manos, en su voz, pedazos bien guardados, escondidos celosamente para él. Pero los años no se disfrazan, aunque ella así lo cree, el vacio no se cambia de ropa y los pedazos de ella se pierden en su colección de hojas secas y granos de café.

domingo, 20 de mayo de 2012

Escondida



Tú, aún sigues sin descubrir
Todo lo que he dejado escondido
Sobre el margen de tu vida
El silencio de mis sentimientos
Despertados al filo de tu voz
A la orilla de cada canción.


Yo, aún seguiré soñando
Con que uno de estos días
Colare tanto las palabras
Que terminare fabricando
Una llovizna de letras
Deslizadas sobre ti.