lunes, 17 de diciembre de 2012

Jorge y Leticia



Jorge camina de regreso de la panadería, mientras no deja de mirar atrás. Lleva las bolsas del pan y mira, mira, no deja de mirar a atrás.


Leticia, menuda, pequeña, continua caminando. Cada tres pasos voltea hacia atrás. En la esquina, espera el cambio de luz del semáforo. Ahora se engancha al brazo de su madre, quien sostiene a su hermano del otro lado. Con su cara menuda, Leticia mira, mira, no deja de mirar hacia atrás.


Cambia la luz del semáforo y Leticia con su madre camina, pero cada dos pasos voltea hacia atrás e insistente mira, mira, no deja de mirar.


En la esquina, un extraño observa la escena. Lo ve a él, a Jorge, mientras camina mirando hacia atrás, cargando la bolsa de pan en la mano. También espera que cambie la luz y mira a Leticia, colgada del brazo de su madre. Cambia la luz y atraviesa la calle un poco más atrás que ella, observa a Leticia, la insistencia de su mirada.


Leticia camina mirando hacia atrás, mientras Jorge no deja de mirar. Estas no son miradas desconocidas, son miradas de las 6:30 de la tarde, de cada día al ir a comprar pan, de cada tarde al regresar al hogar.