Una
mañana de camino a la Oficina, escucho una antigua leyenda, que data desde la
existencia del subterráneo, de esas que van rodando de boca en boca y de
generación en generación. Ese día mientras leía un libro sentada en un vagón
del tren, alguien comenzó a narrarla y ella
no pudo evitar escuchar, ni que le llamara la atención. No alcanzo al ver el
rostro de quien hablaba, pero bien podía imaginar sus gestos por su forma de
hablar.
Esta
leyenda cuenta, que cuando comenzó a funcionar el subterráneo y este aún no se
había convertido ni en la novedad, ni en la necesidad de la mayoría de los
habitantes de la Ciudad, se comenzó a ver en los andenes medios vacios merodear
al Amor. Diferentes personas decían haberse cruzado con él en algún andén del subterráneo
mientras esperaban el tren, otros en
cambio habían terminado sentados a su lado en el algún vagón.
Con
el pasar de los años fue creciendo la población en la Ciudad, así como también fue
cambiando el estilo de vida de sus habitantes. Los andenes y trenes del subterráneo
ahora vivían explotados de personas, siempre desesperadas y peleando por llegar
a algún lugar. Tras este inevitable fenómeno poblacional se volvieron cada vez
menos frecuentes los reportes de que alguien se hubiese cruzado con el Amor en
alguna estación. Aún así, de tiempo en tiempo, alguna persona contaba haberlo
visto caminando por un túnel del subterráneo, pero debido a la velocidad del
tren y la escasa luz, tales visiones se volvían poco creíbles para quienes las
escuchaban. Fue así como no solo el Amor, sino también su leyenda en el subterráneo,
se fue perdiendo en el tiempo.
Ella
siguió escuchando atenta el relato, mientras simulaba recorrer las líneas del
libro en sus manos y fingía no darse por enterada de la conversación, hasta que
en la siguiente estación el sujeto bajo del tren y ella tuvo que resistir el
impulso de levantarse e ir tras él. En su asiento intrigada, con el libro sobre
sus piernas y la mirada perdida entre las personas, se preguntaba cómo es que
no había escuchado antes esa historia, hecho que a vez la hacía poco veras.
Ahora, sin mayor referencia, ella se preguntaba si la leyenda era cierta, si
realmente alguna vez el Amor se dio a la tarea de vagar por los andenes y
vagones del subterráneo, y en tal caso, por qué dejo de hacerlo o a dónde se
había ido.
Ese
día no pudo transcurrir normal para ella, no lograba sacar de su cabeza la
conversación del sujeto en el vagón, la repetía una y otra vez en su mente,
hasta el punto en que comenzó a dar rienda suelta a su imaginación. Imaginaba
lo que habría sido en los inicios de los años 80 toparse con él caminando por
alguna estación y la impresión que esto causaría. Con facilidad comenzó a
recrear en su mente los posibles encuentros, en algún vagón o andén.
A
medida que transcurrieron los días y aunado a sus viajes en el subterráneo fue
creciendo más su fascinación por esta historia, pero por más que indagaba no
era mucho lo que podía saber al respecto, incluso durante varios días probo
subir al tren a la misma hora y en el mismo punto en el que coincidió con aquel
narrador, que indirectamente le develo la historia, con la esperanza de obtener
más información, pero no fue posible repetir la coincidencia.
Desde
ese día el uso común del subterráneo se convirtió para ella en casi una obsesión,
en la que no paraba de recorrer con su vista cada lugar de las estaciones,
mientras caminaba o esperaba que llegara el tren. Las ocasiones parecían pocas
ahora para ella, no alcanzaban las oportunidades para visitar estaciones,
cambiar de andenes, subir a diferentes trenes y vagones, pero ¿cuán probable era
que se topara con el Amor? Algunas veces incluso llego a perder su mirada en algún
túnel, mientras esperaba en un extremo del andén, conteniendo el deseo de
adentrarse por la caminaría del túnel, prohibida para los usuarios y de uso
solo en caso de emergencias o para los obreros en tareas de mantenimiento.
En
algún momento estuvo a punto de darse por
vencida y llego a creer que era una tonta por haber creído esa historia que
nunca antes había escuchado, pero otros días despertaba convencida de que la
leyenda era real e iniciaba de nuevo sus recorridos por el subterráneo.
Así
se convirtió en uno de esos personajes característicos del subterráneo y a la
larga de la Ciudad, una especie de Penélope del subterráneo, pero especialmente
fue así como ella se convirtió en una Leyenda Urbana más.
Wow! Me encantó Nati :)
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