miércoles, 22 de septiembre de 2010

El bastón




Temprano en la parada, observo la variedad de personas que transitan por la avenida, niños que van a la escuela, padres que los acompañan, algunos van de vuelta a sus casas, otros a sus trabajos, personas con prisa tratando de no llegar tarde a sus trabajos, chóferes estresados por las colas mañaneras de la Ciudad y hasta uno que otro que paso de largo la borrachera, cada uno a la suyo.

Entre las personas que cruzan la calle observo a una señora con un bastón, me quedo mirándola mientras camina, solo coloca el bastón en el suelo una vez que pisa, no entiendo para qué lo tiene, desde mi perspectiva no lo necesita, camina y luego toca el piso con él, pero en realidad no llega a usarlo como apoyo. En mi pensamiento ocioso imagino una razón, tal vez se recupera de una lesión, pero la veo caminar bien, tal vez hay momentos en que le falla una pierna, entonces rápidamente se auxilia con su bastón, se apoya en él y continua caminando. Seguramente sea por eso que lo lleva consigo, aunque no lo usa, lo tiene a mano para cuando lo necesita.

Un amigo se ausenta, y aunque nunca lo vemos o pasamos tiempo sin hablarle, sentimos vértigo, es el batón que ya no está para apoyarnos, es el bastón que no usábamos aunque estaba a nuestro lado. No dependemos por completo de otros, ni siquiera de un amigo, aún así, cuando nos acostumbramos a que una persona este “allí”, nos volvemos un poco dependientes, aunque no lo queramos o no lo notemos ¿Cómo no afectar la ausencia de un amigo?


“Los amigos son un regalo de Dios, son bastones en los cuales apoyarnos para poder continuar”.

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