¿Hace cuanto no
te dan un beso?, me preguntaste. Cómo es que un amigo se atreve a preguntar sobre
el desuso de mis labios. Cómo osas a cruzar la línea, que aún en la amistad, no
se debe cruzar. Sera que llegaste a creer que el tiempo de confidencias te otorgo licencia para
preguntar.
Hay líneas que no
se cruzan, preguntas en especial que no se hacen a una mujer. Cada una según
sus miedos, se niega a responder sobre ciertos temas, terminando rodeadas de un
fascinante misterio que no es tal.
¿Cuantos años
tienes? ¿Cual es tu peso? Esas serían preguntas que uno podría esperar y que el
común de las mujeres evadiría responder, pero que un amigo pregunte
inesperadamente por tu último beso, eso no se podría esperar.
¿Hace cuanto no
te dan un beso? Entre amigos es sencillo evadir las respuestas a algunas
preguntas. Das un golpe en el hombro seguido de un ¿qué te pasa?, acompañado de
alguna frase ridiculizante, buscando neutralizar cualquier segundo intento por
volver a preguntar, y en caso de no lograrlo, intentar un último bloqueo
subiendo el tono y el ataque, ¡Hay vale! ¡¿Ahora qué te dio?! ¡¿Te hizo daño el
sol?!
Una abrupta
interrupción ocasionaste en lo que hacia. ¿Hace cuanto no te dan un beso? Me
quede inmutada y con la cabeza conmocionada, en la búsqueda de comprender cómo un
amigo formula una pregunta que suele tener segundas intenciones.
Te quedaste sin
una respuesta. Te di tu merecido golpe en el hombro y adicionalmente te ofrecí unas
cuantas cachetadas para sacudirte la idiotez. Seguí con lo que hacia, dejando
correr un tiempo prudencial antes de levantarme y retirarme, pensando que así
no levantaría sospechas, ni haría evidente mi conmoción.
Continué
escribiendo sin poder concentrarme, cuando estaba a punto de lograrlo algún
disparatado pensamiento me saltaba. Ahora por qué viene este a hacerme
semejante pregunta, pretenderá verme con los dedos contando los años o haciendo
restas de ellos en la calculadora. El tiempo que pasaría desempolvando la
memoria para recordar mi último beso, traducirlo a una fecha aproximada y
convertirlo a una cantidad expresada en años.
Supondrás que no
había nada de malo en responder tu pregunta y la verdad es que no lo había,
pero la vergüenza propia de una mujer y el mal pensamiento que nunca falta, no
me dejaron responder.
Habría cambiado
alguna cosa entre nosotros, si te hubiese dicho que hace diez años no me besan.
No imagino tu cara al intentar disimular tu sorpresa ante mi respuesta, pero si
puedo imaginar lo que ocurriría después.
Una vez enterado
de la confidencia, mis labios correrían el riesgo de convertirse en el centro de tu atención y hasta en una meta. Las preguntas
internas no pararían y serían fuente de constante interrupción entre las cosas
que normalmente hacíamos juntos los dos.
Si tan rápido como
respondiera se borrara de tu mente, no me importaría darte una respuesta, pero también
estarían mis interrogantes. Qué pensabas cuando se te ocurrió esa pregunta o
fue el simple ocio de tu mente quien la fabrico. Las cosas por las que te da
cuando la pereza te ataca.
Ahora que no te respondí,
la preocupación es otra. Pensaras que no lo hice por segundos motivos, por intereses
guardados en el interludio de nuestra amistad.
Quizás el
responder o no, tendría el mismo resultado, el inminente fin de nuestra amistad
ante tus preguntas y mis interiores dudas.
Tal vez debí
responder cuando preguntaste y luego sonreír por un segundo. Es probable que entonces
nada cambiara.
Seguramente ya no
pienses más en el tema y sea yo la que este lapidando nuestra amistad.
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