domingo, 5 de mayo de 2013

Calle Bogotá


No recuerdo haber disfrutado tanto de pasar por una calle en las mañanas como por la calle Bogota, mucho menos de camino a la Oficina. Nada comparable a hace un año en la antigua Oficina, con su lucha libre para bajar del tren y después el aprisionamiento para subir la escalera y salir de la estación. Luego el encuentro con la mezcla de buhoneros y caminantes apurados para no llegar tarde, entre ellos más de un ladrón colado buscando lo que no le pertenece. Como complemento, los malos olores de la calle y la vistosa suciedad de esta, causa todos ellos de la menor emoción posible al día. Eso era lo que se podía ver y oler en el sector.  Solo las escapadas al casco histórico de la zona podían resultar en un oasis un día cualquiera.


Nada comparable sin duda con lo que disfruto hoy. Los olores regados de alguna planta de la época  grama recién cortada, algunas ramas recién podadas aromatizando la basura. El perro moviendo su cola y el anciano podando la parra mientras su mujer lo observa. Cerrando la esquina el preludio a la realidad, una pared cubierta de hiedra que no deja ver más allá.


En el siguiente paso el comienzo de un día más, de ocho horas transcurriendo entre cuatro paredes, entre ruidos de Oficina y las ganas de escapar.

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